"El uno y su sombra" por Ricardo Castillo

Publicado en Diversa. 1997. Guadalajara, Jalisco.
El uno y su sombra  (una conversación con el monólogo del pintor)

Si llegué a imitar con acierto la letra de la maestra, fue por lo que la escritura tiene de dibujo. Siempre había creído que dibujar era algo capaz de hacer la intriga de cualquiera. La vida misma se me aparecía como una continuidad cambiante acorde al acto de dibujar, seres y cosas que aparecen, cambian, se ensombrecen, se iluminan, se barran; seres y cosas que componen el espacio, espacios que encarnan en el Tiempo. Desde entonces aprender a mirar lo que se está viendo ha sido mi ocupación natural. Era claro que debía dejar a mis ojos decidir, porque mis ojos siempre han sido más que yo y en consecuencia las manos pueden decir mucho por sí mismas.
En la infancia dibujé con la luz mercurial que daba en mi ventana, más tarde con la luz negra de las fiestas. En algún momento entendí que para la unidad de una obra es tan importante lo que se ve, tanto como lo que no se puede ver. Lo visible y lo invisible son partes que engranan y forman la relación entre la razón y la intuición, para un pintor el sueño y la vigilia deben ser unidad, la razón siempre está al pie del cañón, pero en el cuadro se trata de darse cuenta de que estás haciendo lo que sabes que no sabes. Una obra es la continuidad entre momentos que no son continuos. Como cuando ya no te estorbas y se da una comunión con lo que estás pisando, con lo que se está respirando, se sigue siendo “yo” solamente como un conducto, el yo recibe pero porque no puede evitar ser un absorbedor de lo que la pintura demanda. Cuando pinto un cuadro empiezo a descubrirlo, cada cuadro terminado es el estudio del siguiente.
En el fondo uno se la pasa pintando un mismo cuadro, o mejor, todos los cuadros que he pintado son partes de un solo cuadro destinado a quedar inconcluso. El caminito ese de ir tras cosas que pierdes, que encuentras y recuperas para testificar la ruta por donde se vuelven a perder. Siempre se está comenzando.
Me interesa la figura, la materia humana pero como una geografía ausente de una vestidura emotiva, que los rostros guarden silencio, que los ojos vacíos en sus órbitas, decidan algo que solamente quede sugerido, que las manos bifurquen su función y sean lenguas de puño cerrado, piedras de fuente, agua de manos blancas, alas de ángel enfermo, aletas de equilibrio en salto mortal de los trapecistas.
Una pintura donde el aire muestre su cambio de piel para conjugar en una sola forma lo que se presenta separado, para encontrar una forma elemental con el atributo de generar otra. Dar con el encuentro que se pierde. Dar con el dos que no es sino el Uno y su sombra.

Ricardo Castillo.

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